domingo, 30 de septiembre de 2012

ES EL TURNO DE LA PAELLA

Mirando por internet, encontré la "auténtica receta de la auténtica paella valenciana". Luego, seguí mirando y encontré algo así como quince auténticas recetas de la auténtica paella. Y eso sin mirar demasiado. Así que se confirma el refrán: cada maestrillo tiene su librillo. Y cogiendo de aquí y de allá, encontré algunas cosas que he ido aplicando a mi auténtica paella de CasaCarmenMiranda. Así que voy a poner aquí el making of de mi paella (que cada vez sale diferente también, claro), para que conste y para que las generaciones venideras puedan repetirla.



Esta era para cuatro personas, y salió abundante...Lo primero, los ingredientes: 

Arroz 400 gr., unos 180 cl. de aceite, 1 conejo troceado, 1 pimiento rojo, 1 pimiento verde y un calabacín pequeño (el calabacín se puede sustituir por unas judías verdes cortadas en trocitos), 3 dientes de ajo picaditos, 1 taza de tomate frito (o dos tomates de pera rallados que  es aún mejor) y pimentón dulce, más el "sobrecito mágico". Y caldo; dos veces y media (o un poco más) de la cantidad de arroz.



Aunque en las auténticas dicen que hay que poner azafrán, eso lo dejo para los muy puristas y sofisticados, y yo me conformo con estos sobrecitos que venden en el super, y que no se qué tienen,
pero le dan al arroz un sabor y un color insuperables...
(Y ahora que no nos oye nadie, a falta de un caldo auténtico preparado con antelación, agua con unas pastillas -de avecrem, starlux, knorr, maggi, o cualquier otra marca- hace el mismo papel).

Uno de los trucos que descubrí es que no se pone sal a la carne... se reparte por todo el contorno de la paella, lo que evita que se queme el metal, y a la vez va procurando la sal necesaria a los trozos de carne. Y otra cosa muy importante, que la paella esté bien nivelada.





Se va sofriendo la carne en el aceite caliente y según va estando bien dorada se va apartando hacia los bordes de la paella, poniendo en segundo lugar las verduras que cuando están fritas se apartan también hacia los bordes.





Una vez apartada la verdura, se sofríe el ajo bien picadito hasta que se dore ; se le añade el tomate frito, se le da un par de vueltas y en ese momento se le pone una cucharada pequeña de pimentón, moviendo continuamente para que no se queme, que cogería mal sabor. Aquí hay que añadir  el caldo (auténtico o sucedáneo...) y se aviva el fuego para que empiece a hervir de inmediato en la paellera. 


 En ese caldo, cuando empieza a hervir fuerte, se echa el sobrecito mágico y el arroz, se le dan unas vueltas para repartir bien todos los ingredientes y se deja a fuego fuerte durante cinco minutos (¡de reloj!). Luego se baja el fuego y se tiene otros quince minutos (¡también de reloj!). Se apaga el fuego, se tapa con un trapo y se deja otros diez minutos que repose... y ¡a comer!




VARIANTES: Esta paella sólo tenía como carne un conejo. Se puede hacer con pollo en trocitos pequeños; con costilla de cerdo; con pollo+conejo; pollo+ costilla; costilla+conejo... en fin, lo que se os ocurra o lo que tengáis más a mano. Queda muy buena con muslos de pollo y costilla.
Apartado verduras... el pimiento rojo es fundamental por el color; si no hay pimientos verdes de los grandes, valen los pequeños; si no hay calabacín, se ponen vainas; guisantes también van bien... con alcachofas queda muy buena. Vamos... ¡imaginación al poder!

Y otra cuestión muy interesante es que se puede hacer todo hasta el apartado de añadir el agua o caldo. Entonces se apaga el fuego y se deja la paella ahí esperando a que sea la hora de comer. En ese momento se vuelve a poner a calentar y cuando hierve, se retoma el proceso y en media hora tenemos la comida lista para llevar a la mesa. Y mientras tanto nos habremos ido de paseo por ahí que tampoco está mal.

Otro día pongo la de pescado que también sale buenísima, y a este paso le hago la competencia a Argiñano.

sábado, 15 de septiembre de 2012

LAS FIESTAS... ¡JOPÉ CON LAS FIESTAS!

Como es el primer año que estamos disfrutando de la casa en verano, hemos ido con Naia y Hugo a pasar allí las fiestas patronales. Se celebran todos los años del 23 (día de la Virgen del Castillo) al 28 de agosto. Hay misas solemnes, con el Orfeón Mirandés cantando jotas en la iglesia, procesiones con las autoridades del pueblo... todo lo típico de unas fiestas que se precien.


Y yo las resumo: vaquillas, torico de fuego, gigantes y cabezudos y actividades para los niños. También concurso de calderetes, comida para los jubilados, bailables en la plaza, hinchables en la piscina... Un estrés insoportable si pretendes ir a todos los eventos que es lo que hacíamos, y un agotamiento al final del día que no te deja ni dormir. Bueno, o que lo que no te deja dormir es el jolgorio y la música a tope durante toda la noche.


                          
Unas veces las vaquillas salen a las doce y media de la noche, y otras veces por la tarde. Pero vaquillas hay todos los días. Y música también todas las noches; y torico de fuego, también todos los días a las diez de la noche. Que no quita para que un día sea a las nueve y media, y otro a las diez y media. Porque sale el torico justo después del bingo en la plaza, que empieza cuando termina la música, y el bingo termina cuando se canta (el bingo), y eso nunca se sabe cuando va a ser... o sea, que hay que estar allí todo el rato para no perderse nada de nada.



Los gigantes y cabezudos pululan por todo el pueblo a diversas horas y todos los días, así como los gaiteros de Estella, la Charanga... que ahora no recuerdo el nombre... Y en alguna ocasión vinieron los gigantes de Falces. Y todo el pueblo volcado en la calle que las altas temperaturas empujaban a aprovechar las horas nocturnas... lo que digo, un estrés y un agotamiento. 


Y compramos los pañuelicos rojos, que ¡mirad lo que favorecen! ... ¡están guapísimos!

domingo, 9 de septiembre de 2012

LO QUE SON LAS CASUALIDADES DE LA VIDA

En esta  foto de la izquierda, se puede ver un caballito de atracción infantil. Está bastante mono, que mi trabajo me tomé en su día preparando, lijando y pintando.
Pero no estaba así en el inicio, no... que nos lo encontramos en la calle, tirado en las basuras, sucio y cotroso y muy feucho, como se puede ver.


Pero nos dio pena dejarlo allí y entre Fernando y yo nos lo llevamos a casa... a pulso... ¡y hay que ver lo que pesa!...
Total, que el caballito se pasó un par de años en mi estudio, así tal cual, haciendo las delicias de los niños que pasaban por allí, hasta que un buen día decidí hacerle el lifting y renovación plástica que necesitaba y dejarlo  mucho más aparente. Y siguió allí cumpliendo su misión durante otros tres o cuatro años más, pero en forma mucho más elegante, por supuesto.



 Y ahora viene esto de las casualidades... Ordenando el otro día unas fotos y diapositivas antiguas, ¿con qué me encuentro?... pues con una foto de Nuria, en la que tendría unos cuatro o cinco años, montada en un caballito E-X-A-C-T-A-M-E-N-T-E igual al nuestro. En otro color, pero igual-igual.

Que no es el mismo caballo, eso seguro; pero que ha salido del mismo molde y de la misma fábrica, me apostaría el cuello a que sí.

Si es que tiene pintados los mismos arneses y la misma manta, son iguales las crines y la cola; las patas están en idéntica posición. Arquean los dos el cuello en la misma curva imposible... Vamos, que este caballo estaba predestinado para nuestra familia. Y ahí ha encontrado su lugar... en nuestra casa de Miranda de Arga.