Quería poner unas plantas en el patio. Un poco de verde siempre viene bien, y ya que no tenemos jardín, al menos lo simularemos. Así que estuve dando vueltas a cómo poner "algo" donde las plantas se sintieran a gusto.
Después de mucho pensar (alguna neurona me dejé en el camino), la idea fué: una barrica. De esas de roble, de hacer vino, que por aquí proliferan mucho y en todos los bares las ponen para apoyar los vasos... bueno, aquí y en todas partes. Se han puesto de moda, sobre todo desde que no se puede fumar dentro y hay que salir a la calle para hacerlo. Son muy grandes... su capacidad es de 225 litros, lo cual es un montón... y seguro que con la tierra que le va a caber, cualquier planta va a crecer desaforadamente (a menos que yo la mate, que soy bastante terminator para lo verde).
Las barricas tienen tapa en los dos lados. Y hay que quitar una de las tapas para poder meter la tierra... pero hay que cortar la madera, porque si se aflojan los aros metálicos se suelta todo el barril y ya no hay forma de volver a montarlo...
Te dicen: "es muy fácil, haces un taladro y luego metes la sierra de calar y listo". Así que primero había que hacer unos agujeros de drenaje en uno de los lados; luego darle la vuelta y empezar con el otro lado. Ahí me puse, con el taladro y una broca para madera, a hacer unos agujeritos... y luego meter la sierra de calar...
Y tampoco es fácil, que no he visto una madera más dura en mi vida (roble macizo)... hasta se me rompió una broca...(¡menos mal que tenía dos!). En resumen, ya conseguí quitar un círculo completo de la tapa, y luego tuve que ir poco a poco quitando el resto...
Pero a mí cuando se me mete una cosa en la cabeza, no hay quien me la quite, y he conseguido dejar la barrica sin tapa, perfectamente preparada para ponerle la tierra y las plantas correspondientes. Ya llegará el capítulo de la jardinería y ¡a ver lo que duran las plantas!