Como no podía ser menos, en esta obra empezaron a salir los imprevistos. Que son imprevistos en cuanto a que no se sabe de qué clase serán. Pero que habrá unos cuantos... eso está más que asegurado.
En principio el suelo de la cocina se iba a quedar como estaba. No era ni feo ni bonito, un mármol de color granate, viejecillo y apagado, pero pasable. Pues muy bien; así, eso que nos ahorramos...
Pues no. Que está un poco desnivelado y abombado. Que será mejor quitarlo todo porque así saneamos y ponemos un aislante. Y de paso, las conducciones que pasan por debajo las ponemos bien puestas y nuevecitas... IMPREVISTO.
Y ahí está, todo el suelo quitado, todo patas arriba, a la espera de que nos decidamos por una baldosa para colocarla y dejarlo todo estupendo.
Luego hubo que quitar un pilar que estorbaba. Mirando un poco, era hueco, o sea que se podía quitar. Pero... dentro escondía un poste de madera, que aguantaba la viga grande de madera que aguanta las vigas de madera, que soportan el tejado.
Llamada a mi arquitecta de cabecera y a buscar soluciones. IMPREVISTO.
Así que nuevamente a estrujar la neurona y solucionar el problema. IMPREVISTO.
Pero qué le vamos a hacer. Es lo que pasa cuando se hacen obras en casa vieja. Y en algo hay que ocupar la mente. Así que, poco a poco, se han ido subsanando esos inconvenientes, y ahí vamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario